El concepto de economía circular ha
ganado popularidad en los últimos tiempos tras ser incluido como objetivo en varias
de las políticas de la UE. Así, en diciembre del 2015, tras más de dos años de
estudios previos, la Comisión Europea presentó un
plan de acción para la transición hacia una economía circular.
Empezando por el principio, ¿qué entendemos
por economía circular? Se denomina economía circular a un modelo teórico alternativo
al actual modelo de producción lineal basado en la secuencia extracción-producción-consumo-desecho. El
problema del modelo lineal es su falta de sostenibilidad a medio y largo plazo,
ya que asume la libre disponibilidad de recursos al realizar una abstracción
total de los límites y condicionantes físicos del ecosistema en el que se
desarrolla.
Para ejemplificar el deterioro
ambiental que implica este modelo, podemos citar cálculos de la Agencia Europea
del Medioambiente, que estima que en el 2014 se extrajeron en la UE 11,5
toneladas de materiales por persona y se importaron otras 3 toneladas. En el
otro extremo de la cadena, fueron eliminadas 2,5 toneladas de residuos por
habitante en el 2012, de las que 2,2 fueron depositadas en vertederos a cielo
abierto o bajo tierra y 0,3 incineradas.
La economía circular se define como
un modelo productivo restaurativo que se propone mantener la utilidad de productos,
componentes y materiales y conservar su valor en el tiempo. Gracias a ello se
consigue minimizar la necesidad de nuevos inputs y energía, lo que alivia las
presiones ambientales sobre la extracción de recursos, emisiones de gases de
efecto invernadero y generación de residuos. Podemos observar los principios
del funcionamiento de este modelo en el gráfico preparado
por la fundación
Ellen MacArthur. Con sede en Londres y constituida en el 2010, esta
fundación se ha convertido en uno de los principales grupos de presión para la
inclusión de la economía circular en la agenda política de la UE. Además de
publicaciones de tipo académico y de estudios sobre economía circular la
fundación realiza una labor de divulgación de la economía circular con vídeos educativos sobre la temática. En resumen, la economía circular busca romper con la linealidad del sistema de producción estándar, alargando la vida útil de los productos, consiguiendo en la medida de lo posible que los residuos se conviertan en nuevos inputs, y reduciendo al máximo la generación de residuos no reciclables.
¿Cómo puede la economía circular
lograr estos efectos? La propia Comisión Europea reconoce que serán necesarios
cambios profundos en el plano económico, social e institucional que afecten a
toda la cadena de valor y que implican:
· Nuevos
diseños ecológicos (Ecodiseño).
Modelos que abarquen todo el ciclo de vida del producto, cradle to cradle, etc.
· Nuevas
tecnologías (Eco-innovación
tecnológica). Se incluyen aquí las tecnologías de generación de energía a
partir de fuentes renovables entre otras. Se espera que la innovación
tecnológica juegue un papel importante a la hora de lograr mejoras en el
desempeño medioambiental de los productos.
· Nuevos
modelos de negocio. Economía colaborativa (con el car-sharing como máximo exponente), servitización, pago por uso,
etc.
· Nuevas vías
para preservar recursos naturales: extensión de la vida útil de los productos,
lucha contra la obsolescencia programada.
· Conversión
de residuos en recursos mediante el reciclaje.
· Nuevos comportamientos
de los consumidores.
· Nuevas
normas y prácticas.
· Educación
en la sostenibilidad.
· Financiación.
Para lograr estos objetivos es necesaria la coordinación política entre las distintas administraciones, a todos los niveles, y la implicación de diversos actores: administraciones públicas, empresarios, investigadores y ciudadanos.
Más allá de la necesidad ambiental,
la UE justifica el interés de la transición a la economía circular en base a
posibles beneficios en el plano económico y social.
Desde el punto de vista económico,
se concibe la economía circular como un medio para mejorar la competitividad de
la industria europea. Así, se señala que se podrían producir importantes
ahorros en los costes de consumo de materiales. Además, se espera que la
economía circular genere nuevas oportunidades y modelos de negocio innovadores.
Dentro de sus beneficios sociales
se hace referencia, obviamente, a la mejora en las condiciones de vida y de
salud de la población ante el menor deterioro ambiental. Además, se apunta la
posible creación de empleo de la economía circular. La Comisión Europea estimaba
en el estudio de impacto de su nueva regulación sobre residuos una creación de
178.000 puestos de trabajo directos hasta el 2030.
Un estudio particular realizado
para el Reino Unido (Morgan
& Mitchell, 2015) habla de la creación de hasta 500.000 empleos de
todos los niveles de cualificación de completarse una transición a la economía
circular. Desde empleos intensivos en fuerza de trabajo, como preparación y
separación de productos y materiales para su reutilización y reciclaje, hasta
puestos de trabajo de alta cualificación en actividades intensivas en
conocimiento como bio-refinado.
No obstante, es necesario tener en
cuenta que toda transición, y más una que aspira a cambiar el modelo productivo
en su conjunto, tiene implicaciones contradictorias según el agente
considerado. Los costes de transición serán importantes y, sin duda, el proceso
tendrá ganadores y perdedores. Es responsabilidad de las autoridades el diseño
de políticas de compensación para los perdedores de este cambio, que les ayuden
a superar sus dificultades y a adaptarse a la nueva situación.
En mi opinión, es necesario
contextualizar el optimismo generado por la economía circular. En primer
lugar, cabe recordar que una economía 100% circular es inalcanzable. Entre
otras dificultades, existen límites físicos para la reutilización y reciclaje
de diversos materiales y el propio proceso de reciclaje conlleva un consumo
energético. Partiendo de esa base, el objetivo no debe ser planteado como la
transición a una economía circular sino como la transición a una “economía más
circular”, o todo lo circular posible.
La segunda consideración tiene que
ver con las posibilidades de conciliar crecimiento económico en un sentido
convencional con una economía circular. Puede que para economías ya
desarrolladas como los países que integran la UE, el aumento de la calidad de
vida pueda disociarse del aumento de la producción física. En parte, esta es la
idea que se persigue con la servitización o el pago por uso.
Cabe preguntarse si el modelo es
aplicable a países en vías de desarrollo donde el incremento de la producción
es necesario para elevar los niveles de vida de sus ciudadanos y lograr el
crecimiento económico. Aunque es evidente que estos países pueden intentar
aplicar en la medida de sus posibilidades iniciativas que doten de circularidad
a su economía, no pueden renunciar a los principios del modo de producción
lineal.
Teniendo claras las limitaciones de
la economía circular como solución completa a los problemas ambientales de la
actividad económica, es necesario tener también presentes sus oportunidades.
Una de las dificultades con las que
se encuentran muchas medidas de protección ambiental impulsadas por las
autoridades públicas (regulaciones, límites de emisiones y otras medidas
coercitivas) es que son vistas como un coste externo por las empresas. A falta
de un cambio en la mentalidad empresarial, existen incentivos para que una
empresa intente en la medida de sus posibilidades saltarse
los controles ambientales para obtener beneficios económicos.
En este punto radica el interés, aunque
también la controversia de la economía circular. La UE pretende que este modelo
sea visto como una oportunidad por el sector empresarial, tanto porque puede
aumentar la competitividad económica vía reducción de costes como porque abre
puertas para la creación de nuevos modelos de negocio. Implícita y
explícitamente se busca implicar a las empresas en la solución de los problemas
ambientales, proponiendo fórmulas beneficiosas desde el punto de vista
económico y ambiental.
Desde un punto de vista crítico, no
siempre es posible compatibilizar estas dos vertientes y existe el riesgo de
que las soluciones propuestas por las empresas primen los beneficios económicos
sobre la parte ambiental, desvirtuando el objetivo de las políticas. Más aún,
cabe la posibilidad de que estas políticas que priman la colaboración con el
sector empresarial substituyan a las regulaciones y a medidas más coercitivas.
En el fondo subyace el eterno
dilema: la necesidad de escoger entre crecimiento económico y conservación
medioambiental. Los avances tecnológicos (eco-innovaciones), las mejoras de
eficiencia en el uso de recursos y el aprovechamiento de los residuos pueden
reducir la relación inversa entre las dos variables, pero desde luego, no van a
acabar completamente con ella.
En conclusión, la economía circular
es un gran paso en la dirección correcta y determinará en gran medida el futuro
de la UE, pero no marcará el final de la historia. José Blanco Álvarez
Alumno del Master DEIN 2017-2018